
Michael Corleone: del hijo al padrino
En The Godfather (1972), Francis Ford Coppola construyó una de las tragedias más memorables del cine. El arco de Michael Corleone es el corazón de la historia
Desde su estreno en 1972, The Godfather de Francis Ford Coppola se ha alzado como uno de los hitos más sobresalientes del cine. No es simplemente una película de mafia: redefinió para siempre cómo contar historias en el cine. Entre sus virtudes técnicas —la sombría cinematografía de Gordon Willis, la melancolía majestuosa de la música de Nino Rota, o la presencia inmortal de Marlon Brando como Don Vito Corleone—, lo que realmente convierte a la película en obra maestra es el viaje interior de Michael Corleone.
Un héroe reacio
Cuando Michael llega al mundo de la historia, parece un contraste absoluto respecto al legado familiar. Es héroe de guerra, alguien que ha servido al país, que vive al margen de los negocios turbios de los Corleone. En la boda de su hermana, asiste con su novia Kay y deja bien claro: “Esa es mi familia, Kay, pero yo no soy parte de ella.” Está claro que aspira a trazar su propio camino.
El punto de inflexión
Pero la lealtad a la sangre y el deber emergen cuando su padre, Don Vito, sufre un atentado. Michael se ve forzado a entrar en una espiral de venganza. Lo que empieza como una protección temporal se convierte en algo irreversible. Esa decisión, por más justa que parezca, marca el inicio de su transformación.
Pérdida de identidad
Poco a poco, Michael deja de ser el joven idealista. Su comportamiento se endurece: crímenes bien calculados, exilio voluntario en Sicilia, un retorno a los EE.UU. con la mirada fría. Cada paso que da lo lleva más lejos de quien era. En su destino, sacrifica no solo sus principios, sino amistades, afectos, incluso su propia humanidad.
Una tragedia clásica
Ese arco de personaje recuerda las grandes tragedias: alguien con potencial para ser noble es consumido por las circunstancias... y por sus propias decisiones. Como en Macbeth o Hamlet, no es solo el entorno lo que destruye al protagonista, sino cómo responde él mismo ante la inevitabilidad. Coppola toma la novela de Mario Puzo y la eleva: pone en juego el poder, la familia, el destino.
El final y la huella
La escena final resume todo: Michael convertido ya en Don, su mirada helada detrás de la puerta que se cierra sobre Kay. Ha ganado todo lo que su padre quería proteger, pero ha perdido aquello que lo definía como persona. Gana poder, pero pierde el alma. Eso es lo que hace de The Godfather algo más que una película de crimen: un clásico trágico que habla de lo universal.